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Foto del escritorEugenia Araiza

Lo que nos trajo el coronavirus.


Las personas que vivimos con diabetes, todo tipo de diabetes y los familiares hemos pasado por un gran duelo que viene después de nuestro diagnóstico así que dentro de esta crisis provocada por el COVID-19 llevamos una ligera ventaja porque hemos visto cómo es el adaptar nuestra vida “normal” a situaciones fuera de nuestro alcance como es una enfermedad y además, hemos tomado acciones para no simplemente sobrevivir sino aprender estrategias para poder vivir con una condición de salud de forma satisfactoria y plena.

El COVID-19 nos ha traído angustia, temor, problemas para dormir y una serie de sensaciones que desconocíamos o más bien, no recordábamos porque seguramente cuando nos diagnosticaron incluso a nuestros papás les pasaron.

Lo se bien porque hace unos años en mi familia recibimos después de muchos estudios un diagnóstico nada alentador y totalmente fatalista. Mi mamá fue diagnosticada con Hipertensión Pulmonar Severa, no había mucho que hacer porque el estado general de su cuerpo no lo aguantaría. Básicamente la desahuciaron y con ello nuestra vida cambio. Comenzó a hacerse más patente la dificultad para poder dormir y las alteraciones en comportamiento y emociones, cada quien a su manera vivió ese duelo de forma diferente: Nos enojamos, gritamos, lloramos, hubo quien corrió para distraer la atención, pero al final nos dimos cuenta que no sabíamos como lidiar con eso que sentíamos y estaba bien, nadie nace sabiendo hacerlo así que la primera acción era tenernos paciencia, pero cada quien consigo mismo, para entonces, poder tener paciencia con los demás y comprender que uno estaba sufriendo tanto como el otro pero tenia una forma diferente de manejarlo.

El segundo paso fue hacer lo que teníamos que hacer en ese momento porque no sabíamos si tendríamos mas. Dejamos de postergar ese juego de cartas al que continuaron muchísimos más. Finalmente nos tomamos esas fotos familiares que tanto decíamos que queríamos pero jamás teníamos tiempo, si, irónico, cuando parecía que ya no teníamos tiempo para hacerlo logramos “hacer ese tiempo”. Nos tomamos esa botella de champagne que teníamos guardada en el refrigerador por años, porque estábamos esperando “el momento perfecto”, y si, nos dimos cuenta que el momento perfecto es justo este momento, cada momento. Disfrutamos esas navidades, esas fechas e incluso, recuerdo haberle hecho una carta a mi mamá agradeciéndole por tanto en la vida, diciéndole lo maravillosamente grande que ha sido como mamá y como abuelita de mi hijo, repitiéndole una y otra vez cuanto la amo. Si, era una especie de carta de despedida pero quería decírselo a ella y que ella realmente lo supiera. Creo que jamás habíamos estado tan unidos y compenetrados como familia hasta esa temporada.

El tercer paso era tomar decisiones, difíciles y dolorosas que cada vez que se repetían volvían a causarnos lagrimas. La presión por la altura de nuestra ciudad complicaba su respiración y una forma en que los médicos nos sugirieron más allá de curas y de cualquier cosa humana que se pudiera hacer era cambiar de residencia a nivel del mar. Y así fue, gracias a familiares que viven a nivel del mar fue posible y mis papás tuvieron que dividir su vida en zonas, yo le llamo la zona de llenado del tanque de oxígeno (playa) y la zona de llenado emocional (nuestra ciudad y con la familia).

¿Qué sucedió? Pues que entre esas zonas y algunos sustos intermedios nos hemos ido acostumbrando a esta nueva vida, entre zonas, con vacíos temporales, tomando otras decisiones para ayudar la paz mental dejando ir aquellas cosas materiales, trabajos, ilusiones que nos estaban atando y comenzamos a ser más libres. Aprendimos a vivir entre el llanto de la despedida cada vez que se iban y el llanto de la emoción cuando los veíamos regresar. Aprendimos a convivir mediante videollamadas, mis papás aprendieron a cambiar hacia dónde miraban cuando veían a sus nietos y ahora ven hacia arriba porque han crecido. Pero lo mejor es que hemos aprendido es que un diagnóstico hay que aceptarlo pero el pronóstico puede cambiar y que mucho de ello depende de nosotros. Aprendimos a cambiar un pronóstico y somos afortunados, atravesamos el duelo, lo pasamos y si bien, seguimos escribiendo cada día un “buenos días” en cuanto abrimos el ojo al chat familiar, la angustia ha pasado a segundo grado, seguramente no ha desaparecido pero si la hemos dejada guardada en un cajón donde no afecta nuestra salud mental ni emocional.

¿Por qué cuento esto? Porque tanto el duelo con la diabetes, con el pronóstico de mi mamá, con tantas cosas que a cada uno de nosotros nos puede pasar nos han ido fortaleciendo y nos ayuda a enfrentar ese proceso mundial que estamos viviendo.


La angustia proviene del qué va a pasar mañana, no lo sabemos, no sabemos cuando acabará, no sabemos si lograremos no contagiarnos o si llegamos a contagiarnos será leve o grave y saben qué, no importa, porque por ahora lo único que tenemos es el hoy, hoy es el momento en que podemos aprovechar para jugar cartas, para hacer esa videollamada con los papás, hermanos, amigos. Hoy lo único que tenemos es el hacer consciente nuestro cuidado e higiene si tenemos que salir y si no tenemos que salir hoy solo necesitamos quedarnos en casa, asomarnos a la ventana y ver ese hermoso cielo azul. Hablar con tu esposo, observar esas cosas que no habías observado de tu hijo y que lo hacen tan él con una personalidad tan definida a la cual le habías perdido la pista. Aprovechar para abrir el refrigerador y preparar algo delicioso para comer o como postre, porque HOY es el momento de hacerlo, para que, si mañana todo cambia, al menos sabremos que hicimos TODO lo que teníamos que hacer.



Lo que nos ha traído el COVID-19 es un diagnóstico pero yo decido cambiar el pronóstico haciendo lo que me corresponde hacer, no salir de casa, sanar mi cuerpo cuidando su alimentación y actividad física, buscando proteger mi salud mental, respetarme y aceptarme si tengo un bajón emocional incluso llegando a llorar o con una crisis de limpieza general que pone a todos de cabeza en casa. Hoy decido cambiar el pronóstico quedándome en casa para protegerme a mi y a todos aquellos que están en la primera línea de batalla. El diagnóstico está dado y es mundial, el pronóstico depende de mi, de ti, de cada uno que lea estas líneas y de aquellos que no las lean. El pronóstico depende de TODOS

Lo que nos ha traído el COVID-19 es el HOY y hoy…. te invito a disfrutarlo.

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