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Foto del escritorEugenia Araiza

Día no me acuerdo de la cuarentena.

Nosotros llevamos cerca de 40 días de haber dejado de ir al trabajo, escuela, consultorio, de no abrazar a mis papás, de no tener contacto más allá de los que vivimos en casa y si, ya comenzamos a resentirlo.

¿Cómo van ustedes? ¿Desesperados, frustrados, cansados, fastidiados? Bien, me parece bien y no porque desee que se sientan así sino porque eso es parte de lo que estamos viviendo en el encierro, si, aunque vivas en una casa acogedora, adores a quienes están contigo y pienses genuinamente que no hay mejores compañeros para estar durante la cuarentena.

Digo que está bien que se sientan así porque es normal, porque son seres humanos y viviendo en un proceso en el que estamos juntos pero a la vez podemos llegar a sentirnos muy solos. No tiene nada de malo sentirse así, aceptar que nos sentimos así y que la energía que se percibía en un inicio y que incluso en redes sociales dejábamos mostrar haciendo ejercicio, postres y comida deliciosa, arreglando esos detalles de las casas que nunca habíamos podido tener tiempo, jugando con tus hijos y viendo esas películas no habíamos logrado ver. Pero ha pasado más de un mes, ya no hay mucho que arreglar y lo que se arregla de cada día se convierte tedioso y cansado, ya no sentimos el deseo de hacer comida tan sana y se nos acabaron las recetas para los postres, los hijos extrañan a sus amigos y aunque te adoran no es lo mismo y además, ya no encuentras más películas interesantes para ver.

En México y Latinoamérica hemos tenido un proceso más largo al observar lo que sucedía al otro lado del mundo y ver como de forma inminente nos alcanzó esa realidad que esperábamos nunca llegara, algunos tomamos vísperas y nos encerramos incluso antes de que las autoridades lo indicaran, otros no lo creían y unos más con miedo salían a trabajar para ayudarnos a todos, creyeran o no.

Es en este momento donde comienza lo interesante. Veremos de qué estamos hechos. En estos momentos no importa tanto si corrías maratones o triatlones, si trabajabas 12 horas al día sin parar, en estos momentos no importa si eres o no exitoso. En este momento lo que realmente importa es cómo está tu mente y tu fortaleza interior porque en este momento no hay nadie a tu alrededor, no hay pista o carrera a enfrentar, solo estás tu contigo y con ese tiempo rodeándote y recordándote tantas cosas que quizá no habías querido observar.

Cuando era adolescente leí un libro que me impacto muchísimo “El hombre en busca de sentido” de Viktor Frankl en el cual se basa en su historia dentro de un campo de concentración en la Segunda Guerra Mundial. Claro, en absoluto es comparable esa historia pero si podemos rescatar algunas cosas. En la historia comentaba que habían hombres muy fuertes, grandes, a los que les auguraban sobrevivir y sin embargo la mayoría no lo hicieron porque no dependía tanto de la fuerza física sino mental. Aquellos que habían cultivado su mente, que realmente se reconocían, que habían pasado por perdidas y contaban con las herramientas aprendidas con base en la experiencia eran los que sobrevivían. Porque el sobrevivir era mental, aquellos que mentalmente se sentían perdidos y desahuciados comenzaban a enfermar y a empeorar su situación en los campos de concentración.

Algo parecido sucede ahora, este es un reto mental, es esa lucha de nosotros con nuestra mente que, como parte de la naturaleza humana suele volar al futuro, crear historias fatalistas del futuro que nos espera y que en su mayoría solo provienen del miedo. Es esa lucha por conservar espacios de sanidad incluso en casa.

Platicábamos mi esposo y yo la otra vez que nosotros amábamos estar en casa, si, amábamos, tiempo pasado. Después de un día largo y cansado de trabajo el llegar a casa era confortante, nos daba una sensación de tranquilidad y paz. Ahora, el trabajo en casa ha invadido espacios que nos relajaban y por unos días no sabíamos dónde estar porque ya se había perdido el sentido de lo que nuestra casa significaba. Pero logramos identificarlo y decidimos dejar ciertos espacios exclusivamente para el descanso y otros para el trabajo, de esta forma protegemos nuestra mente y nos protegemos a nosotros.

Viktor Frank en su libro decía “Y yo me atrevería a decir que no hay nada en el mundo capaz de ayudarnos a sobrevivir, aun en las peores condiciones, como el hecho de saber que la vida tiene sentido. Hay mucha sabiduría en Nietzsche cuando dice - Quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier como -“

La invitación de este texto es a pensar el por qué vale la pena estar en casa y el tomar precauciones aunque a algunos les pudiera parecer exageradas, tener perdidas económicas o disminuir los ingresos, dejar de ver a la gente que amas, dejar de hacer todo eso que nos gustaba y nos motivaba. Ese por qué es el que necesitamos tener en mente y observarlo SIEMPRE, recordarnos SIEMPRE y seguir tomando esas medidas. Si lo hacemos, ese “porqué” estará ahí, en ese futuro no fatalista esperándonos y será nuestra gran oportunidad para valorarlo, apreciarlo y amarlo más que antes y si, quizá descubramos que algunas de esas cosas que hacíamos día a día solamente nos alejaban de nuestros verdaderos porqués.

Cuiden su mente, observen lo que hacen y tengan espacios para protegerla, para estar con ustedes, recuerden que sin ustedes no hay nada. Esta es una “lucha” con ustedes, nadie más los puede ayudar pero estoy convencida en que lograrán salir avante y más fuertes que nunca.

Por ultimo, mi recomendación es que, si tienen tiempo, lean el libro “El hombre en busca de sentido” es imperdible y puede apoyarles en estos momentos. Lo encuentran en Amazon, Gandhi y seguramente en alguna otra librería con servicio a domicilio.

¡JUNTOS ESTAREMOS BIEN!

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